Han sido muchos los osados que a lo largo de muchísimo tiempo han escrito y valorado los famosos cánones de belleza y patrones estéticos sin, al parecer, darse cuenta de algo muy sencillo; y es que todo esto es algo SUBJETIVO Y CAMBIANTE, que es estúpido dejar que alguien marque lo que es bonito y lo que no lo es . Es decir, hemos atravesado a lo largo de la historia por distintos ideales de belleza perfecta, desde la época prehistórica donde el ideal era aquel que poseía rasgos físicos muy marcados (pechos, caderas… anchos), a la belleza basada en la simetría de los griegos hasta las veneradas mujeres escuálidas del s XXI. Y este es nuestro mayor error, pensar que la verdadera belleza se mide en 90 60 90…y no, aseguro que hay vida mucho mas allá de estos numeritos.
Cierto es, y seríamos muy cínicos si no lo reconociésemos, que la apariencia juega un papel demasiado importante en nuestra rutina diaria pero todo en su justa medida. Todos tenemos defectos y complejos, y cada uno sabe lo que le duelen, pero lo que no se puede es dejar que esto sea lo que conduzca nuestra vida y que nuestra felicidad dependa de unas medidas totalmente insanas, porque aunque suene a típico tópico la esencia de la verdadera belleza es sentirse a gusto con una misma, autovalorarse y dejar a un lado el miedo a ser rechazado por no ajustarse a lo que se cree ese ideal de belleza; porque que coño!la moda no se hizo para hacer prisionero ni esclavo a nadie, sino para ser el reflejo de lo que realmente somos y de lo que no podemos demostrar a primera vista, nuestra belleza interior.
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